sábado, 23 de junio de 2007

EL INTELECTUAL.


Llevaba más de tres meses encerrada en el departamento, bueno tampoco, así como encerrada, encerrada. A veces salía al supermercado y los sábados a esos malditos conciertos de piano en la Santa María, todo eso me tenía que mamar. Con lo que me molesta ir al súper y, para una cumbiera como yo, el piano es una soberana lata. El tema verdadero no es que me arrastre a esos conciertos de piano, no. Ni siquiera me molesta que en esos lugares lo único que haya son dinosaurios, por más que una ande urgía no dan ganas ni de aperitivo. Porque, por más cartuchas que sean, no me van a negar que quieren una verguita durita, cubriéndonos de honores a la primera y, no una hueva lacia que no calienta ni a la madre superiora de un convento.
En estas cavilaciones me encontraba, cuando la loquita abre un correo electrónico con una invitación a un seminario de filosofía, en la ponti cato de valpo. No podría describir la cara de espanto que puse, cuando vi que comenzaba a entusiasmarse. Me tendría que pegar un plantón de una mañana escuchando a unos giles hablar de epistemología y paradigmas, con un montón de palabras difíciles, para explicar algo tan simple como el lugar del cual conocemos. Lo que pasa es que me molestan esos hueones, que para hacerla parecer tonta a una o creerse inteligentes ellos, tienen que usar palabras siúticas como deconstrucción, paradigma, semiótica, que sé yo. Tan molesta estaba que no alcancé a frenar la manito de mi niña que apretaba el aceptar de la tarjeta de crédito vía mail, quedando irremediablemente inscrita en el maldito, fokink, seminario.

Dos semanas más tarde, salíamos temprano, del departamento con la facha más formalita que pudo elegir, para arreglar el traje “chanel” le encaje un par de medias negras, de esas que tienen rayita atrás, y unos zapatitos de charol negro, con taquitos de aguja, que son el regocijo de cualquier fetichista.
A las 9 de la mañana estábamos acreditándonos en la mesa de inscripción. Media hora esperando que terminara la acreditación, porque con lo estructuradita que es ésta, no puede llegar un minuto tarde de la hora señalada y luego, nos tenemos que pegar el plantón de media hora o una hora, y no entiende…la gil, llega siempre a la hora. Y además, ahora que se le ocurrió ponerse cuidadosa con su ”cuerpo”, dejó de fumar, no nos queda más que pasearnos de un lugar a otro, leyendo cuanto cartelito hay con cara de intelectual interesada y frígida.

Y ahí estaba…El mino más rico que había visto en los últimos meses, cómo les explico, exquisito. No es que una haya estado tanto en dieta, que cualquiera le pareciera güeno. No, definitivamente, este intelectualcito hipiento era lo más rico que hay. Cuarentón, tira’o pa’ los cincuenta, con esas barbitas blancas que me gustan tanto, sobre todo entre las piernas. Y ese pelito así, como medio larguito medio cortito. Regular corto diríamos por ahí. Me moje de una, ella se puso un poco incomoda, porque el loquito no le quitaba la vista de las pechugas.

El seminario no estuvo mal. Diría qué hasta me entretuve. Claro si de tanto estar una en estas cosas, hasta empieza a entender lo que quieren decir estos giles con to’as sus palabrotas. Estuvieron dos loquitos que hablaron en difícil y que no salvaban a nadie. Ni de caliente me los tiro. Dos cabros que no dominaban mucho el tema todavía pero, que tenían tantas posibilidades intelectuales como sexuales. O sea, una nunca sabe lo que pasaría en la cancha chica. Hubo un viejo exquisito, barbita, pelo cano, delgado, riquísimo. Hablaba algo del bajo pueblo y no se que huevas, pero yo concentrada en imaginármelo en la cama, ni cache que más dijo. Después se mandaron unos de esos recesos, típico de seminario, con café desabrido y galletas tritón, de las que le gustan a la hermana de esta gil. Y ahí estaba el minito rico, hablando con el viejito de barbita. Yo creo que ha ésta igual le gustaban los minos, porque estaba toda cocoroca, pero la verdad sea dicha la que estaba moja’, moja’, era yo.

Yo sé que esta parte no me la van a creer. Pero está vez, hasta aquí yo no había hecho nada, más que ponerle las mediecitas y los zapatos a la loquita, que ya puede ser suficiente. Porque con esa ropita se le despiertan todas las pasiones histericoides, a mi amiga. Estábamos en el piso de arriba de la ponti cato. El café estaba en el pasillo tipo balcón, el de las baldosas negras con blanco. Y el mino se acerca a la mesa, la ahuevona se puso tan nerviosa, que por más que traté de dejarla inmóvil, se movió unos pasos. Y el loco le preguntó sí ella era la Marta Riquelme. Ahí enmudecí. La voz del mino, es que era soñado, ronca, estero, varonil. Nos temblaron las piernas, pero por motivos diferentes, a ella porque quería puro huir y yo porque quería puro tirármelo. Me temblaban de imaginar cómo me zamarrearía.
-Me pareció muy interesante tu artículo del rol de la mujer-
-gracias-
¡“gracias”!, cómo se le ocurre decir una huevada así, a un mino como ese. Tuve que intervenir.
-¿Quién eres?-pregunté con su voz, de tarada frígida, haciéndome la importante.
-Michell Faundez-
Michell, nombre soñado para decirlo al oído, mientras me lo tiro acompañada de ese CD, que me empieza a encantar para tirar; “Réquiem de Mozart”, lo llama la gil.
Parece que la tontona lo ubicaba, porque se puso nerviosa y se me adelanto pa’ decirle que lo había leído. Y yo le hubiera dicho lo del nombre riquito pa’ murmurarlo, pero la tonta se me adelanto.
De ahí pa’ delante tenía una sola idea o más bien dos “táctica y estrategia”, cómo me engrupía al chico este, para encamarme antes de la hora de almuerzo, ya no daba más de caliente.

Lo que yo no entiendo es por qué, con lo atorranta que soy me gustan los minitos tan intelectuales y, a esta otra contra más torrante más la goza, le gusta el olor a sobaco trabaja’o. Y a mi las colonitas caras me enloquecen. Un Isi Miyaki, mortal.

Y… se me ocurrió…así que sin decir nada, y mirándolo fijo a los ojos me mandé el mejor de Benedetti: “Quien iba a creer que el amor ese informal se dedicara a ellos tan formales…él probó sólo falta que me quede a dormir y ella probó por qué no te quedás y él no me lo digas dos veces y ella bueno por qué no te quedás…”
Nos miro con cara de sorprendido y esbozo una sonrisa tipo “odontine” y continuó: “de manera que él se quedo en principio a besar sin usura sus pies fríos los de ella después ella beso sus labios los de él que a estas alturas ya no estaban tan fríos…” y nos beso la mano como un damo medieval.

Yo estaba parada en un charco lujurioso, atónita. Por primera vez, le encontraba una utilidad a todas esas tardes de domingo, tiradas en la cama, leyendo a Benedetti. Me lo había aprendido de memoria y él, riquísimo, se lo sabía. Cómo lo saco de acá pa’ tirármelo.

El movimiento típico, de “la cosa va a empezar”, comenzó. Y todos partimos para el aula, como le llaman, ahí me bajo el pánico de que el chiquillo se me fuera y yo no alcanzara a abollarle la carrocería. Creo que fui un poco evidente, pero antes que yo dijera palabra:
-¿Almorzamos juntos profesora?, sería un honor para mí invitarla-
Y vos no sabis na, cual va a ser mi postre m’ijito rico.
-Encantada, profesor- Y me metí en la frase, justo al final, pa que le saliera un profesor, así, tipo Marilyn, con su “happy birthday mister president”. Con esa sonrisa de comercial que tenía, nos dio una explicación. A esta altura del partido era a las dos, porque si yo no le hubiera puesto poema y entonación, el loco se nos hace el de las chacras y no hay postre.
-Tengo que exponer ahora, profesora, pero…cuando termine, la busco en la salida, aquí mismo, en la puerta…
En el cielo ricura, lo buscaría en el cielo, en el mar…mira que de este mediodía no pasai. Y una sonrisa califa se nos asomó sin querer.
-Acá lo espero-dijo la loca, con voz compuesta de no estoy ni ahí.

Bien, no hay nada mejor que un instrumento intelectual…claro que a veces a estos caballeros con tanto libro, se les seca la fantasía y se vuelven más sonsos que marido de años.

Y ahí estaba mi postre, sentado en la mesa de los importantes, hablando de no se que lesera del capital social y del desarrollo sustentable, toa esa hueva de moda. Sí po’, si una por más cumbianchera que sea, algo cacha, entonces ahora, hay que ponerle, capital social, desarrollo sustentable, una pizca de redes, otro poco de discriminación y vulnerabilidad y te hacis famosa. Pero la verdad yo no estaba pa escuchar lo que decía el guachito. Yo estaba todo el rato pensando, en comérmelo atravesa’o, en que si tendría pelito en el pecho, y caminito de la felicidad. De qué porte lo tendría. Claro porque a veces una se ensarta y cree que porque el mino es grande la herramienta va estar ad hoc, pero no, algunos salen falladitos y la tienen más o menos no más. Pero, la peor decepción no está ahí, porque, claro, puede tenerla de buen porte pero si no sabe usarla. ¿Sabrá usarla el guachito?

¿Cómo me lo como?, esa era la pregunta, que yo tenía en la cabeza, cuando el abrió el espacio pa’ que los asistentes lo interrogaran. Yo lo miraba fijo a los ojitos, imaginando, como morder esa boquita que decía tanta cosa interesante. Y sus ojos se encontraron con los míos, estoy segura que el mino lo único que quería era cortar la hueva, y comerme, quiero decir almorzar. Y ahí decidí que esta huevona cartucha no nos acompañaría a la comilona, capaz que en último momento le da la hueva y se me hecha pa’ tras, con lo que le gusta calentar la tetera y no tomarse el mate. La tará jura que los deja locos, cuando la que queda más caliente soy yo, que si no fuera porque me haría daño yo misma, la mataría. Así que le mande un sopapo psíquico y la noquie, este almuerzo iba a estar de lujo…

Recordé a Benedetti de nuevo. No está mal, el viejito ese, a veces cuando lo lee, me imagino cómo debe haber sido de joven, debe haber estado pa’ zampárselo, igual que ese Gonzalo Rojas que se lee a veces…calentones, o serán pura boca.

“como siempre o como casi siempre la política condujo a la cultura así que por la noche concurrieron al teatro…” ni cagando…o bueno ya, pero primero es lo primero, si un poco de barniz cultural no está mal…pero…cachita primero y luego hablamos o vemos…lo que sea…

Luego la comida…puta, no pude hacerla corta. Estaba tan ansiosa, que no se me ocurrió ni una idea pa llevarlo pa su oficina, y él parece que estaba dándosela de caballero, porque debe haber encontrado que la mina era muy cartucha…claro y luego cuando me decía
-Hay…profesora…quién diría…profesora…-suspirando…mmm

Así que tuve que mamarme el almuerzo de la formalidad. Claro, como la cosa no se me iba a poner difícil, le propuse el O’ Higgins viejo. Un reservado y le pego un agarrón por debajo de la mesa…

-“y ya que el mozo demoraba tanto ellos optaron por la confidencia extra seca y sin hielo por favor”-me dijo mientras pedíamos el aperitivo. Guachito…me lo hubiera mandado ahí mismo.
_”una hora apenas de biografía y nostalgias hasta que al fin sobrevino un silencio como se sabe en estos casos es bravo decir algo que realmente no sobre”-le conteste, mirándolo a los ojos y rozando su rodilla con las mediecitas negras, él largo a reír, dejándose seducir. Estaba listo, faltaba puro meterlo al horno, no más.

-¿Leíste mi último trabajo?- con voz de la otra, que habla tan lindo, cuando se quiere hacer la interesante.
-Por supuesto y tus cuentos y poesía también-
Aaah…sabía de esas cosas cartuchentas que se manda esta huevona, que vergüenza…no sabía como arreglarla…para excusarme por tanta lesera, cuando dijo…
-Penélope, tu poema me gusta mucho-Me atore, esa hueva…a no éste esta más chiflado que mi comadre. Ah¡ lo está diciendo pa’ conquistarla, claro no le va a decir que las huevas son más fomes que la cresta…
-De verás- y le repetí toda esa sarta que dice ésta cada vez que habla del famoso poema…-es que hace tiempo en una librería de viejo encontré un libro sobre los veinticinco siglos de belleza femenina y comencé una saga de poemas de ese estilo para contar la historia desde el lado de las mujeres…-¡grupienta!, si no había escrito ni uno más, claro siempre decía que iba a escribir un libro así con to’as, pero na’, si es puro salto y peo no más, si no fuera porque yo le llevo metiendo mano al compu hace rato no pasaría na’ y, el Marcelo sigue pensando que es ella la escritora…
-que interesante-
Interesante va a ser como le voy a bajar el cierre, m’hijito.

Y el almuerzo se fue en un intercambio de egos e ideas sociales, que casi me indigestan. Mientras se acercaba el momento del postre me dije “el café en mi casa, si no éste se me va pa’ las moras” pero antes que yo alcanzará a decir nada
-¿tomamos un café en mi oficina?
¡Cagaste!. Y la fantasía del escritorio con las patitas en las sillas…hmm.

Caminamos, exuberantes por la plaza O’higgins y, de pronto estábamos entrando a su oficina en plena ponti cato, iba a profanar el templo del saber. ¿Cómo sería en el templo de verdad?...me hizo pasar como todo un caballero y cerro la puerta tras de sí.
-y tu secretaría-le pregunte al pasar dándole la espalda, para que no viera mi cara de sátira.
-hoy en la tarde no viene, tenía que llevar al hijo al médico-

Me di media vuelta, lo empuje contra la pared y le mande un agarrón, seco, para tantear como estaba la mercadería, estrujándole la boquita de un chupetón. Tuvo un momento de asombro, pero se repuso rápido y me agarro el culo a dos manos, la batalla estaba ganada.
Cachan la del escritorio, ¿verdad?...huuu…por delante…por atrás…tipo secre…fantástico. Tenía una escopeta en la mejor forma, parecía rifle a repetición, me atoraba. Agarraba las tetas como si fueran huevos y presionaba los pezones como si cortara uva. Estaba de m i e d o…y ese susurro tan suave, tan…
-Profesora…quien lo hubiera pensado…está usted….-y sus suspiros en mi oído…su lengüita en mis orificios…
-Qué tetas más ricas…profesora-y el “profesora” le salía como cuando George Cloone se come a la Catherine.

Me ponía las medias, calladita, aguachadita, observando como se acomodaba los pantalones. Me calienta hasta el tuétano, cómo los hombres se acomodan el pantalón después de una cachita a medio vestir. Se acomodó la camisa. Yo sonreía. Misión cumplida
-Profesora, ¿me da su teléfono?-

Lo mire, girando la cabeza y, cerré la puerta. Bien valía todo el reto que me iba mandar la ahuevona. Había que mirarle el lado positivo a estos seminarios.

Pecosina.
23 de junio del 2007.
CECILIA SALAZAR DÍAZ